Un pueblo que desaparece en el desierto. El registro de mucha gente que se perdió en el olvido. Una cultura milenaria que se ha borrado entre fuego y sangre. Estas son frases que nos recuerdan el primer genocidio del siglo XX, el genocidio armenio. Un país que tiene una memoria histórica de sufrimiento, desolación y olvido. El Museo de Memoria y Tolerancia nos trae la exposición “Armenia: una herida abierta”, con la que podremos conocer el destino de una cultura por medio de documentos, vídeos y audios.
¿Cómo puede un pueblo dejar de existir?, ¿Cómo puede un pueblo desaparecer de sus actividades cotidianas?, ¿Cómo puede el mundo rezagar y olvidar la verdad, ocultar el genocidio? Estas son algunas interrogantes que existen, son fantasmas que acompañan el paso de los armenios. ¿Cómo es que un grupo de seres humanos con sueños y deseos comunes pueda perderse en la historia?
En la exposición “Armenia: una herida abierta” podemos verificar que estos hechos fueron ciertos. Este registro tangente nos muestra los grados de salvajismo que el ser humano puede experimentar cuando odia. Con una excelente museografía la exposición nos relata su amarga historia.
Uno de los datos interesantes de esta cultura es su propia lengua. Para el año 406 d.C. ya tenían un idioma y alfabeto original. Era una lengua con vocabulario amplio y preciso, con una gramática exacta. Eran una sociedad que iba a aportar mucho a la sociedad moderna. Pero los conflictos religiosos siempre estuvieron presentes, nunca han dejado de existir en esa parte del mundo.
El 24 de abril de 1915 el gobierno turco arrestó y encarceló a más de 600 armenios. Entre ellos había intelectuales, políticos, religiosos y comerciantes, esto con la intención de evitar una resistencia. Después serían asesinados. Las deportaciones fueron terribles, enviaron a mujeres, niños y ancianos al desierto. Eran sometidos a situaciones extremas para provocar su muerte por inanición y enfermedades. Muchos armenios fueron reclutados por el ejército turco para convertirse en soldados-obreros. Ellos construirían caminos y vías férreas. Después cavarían su propia tumba, según el embajador norteamericano en Turquía, Henry Morgenthau.
Todos estos vestigios de la masacre nos sitúan en un momento histórico lleno de conflictos. Nos transporta a ese territorio y nos hace experimentar por medio de la vista y el oído una pequeña porción del miedo que pudieron sentir los armenios. Es un recorrido por su fuerte desgracia, pero es importante que lo sepamos. Es necesario saberlo para nunca repetir hechos como estos. Es fundamental conocer la historia de nuestra propia raza. De lo contrario podríamos volvernos contra nosotros mismos y nunca regresaríamos.
Nuevamente el Museo de Memoria y Tolerancia nos demuestra esta necesidad de conocernos. Nos muestra la necesidad de hacer presentes ciertos episodios de la humanidad para comprender ciertas rupturas sociales que siguen generando problemas hoy en día. Es una exposición que nos eriza la piel y nos lleva a la reflexión sobre la tolerancia que debe existir entre los pueblos. La memoria histórica es la mejor herramienta que tenemos para que las muertes de tantos y tantos inocentes no hayan sido en vano.
Nos estamos leyendo…
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